jueves, 24 de febrero de 2011

Mi 27 - F ... un año después

A un año del 27-F todos hablan de él. Un terremoto con ese nivel de trauma sigue pidiendo hablar. Al decir las cosas podemos seguir avanzando, por algo hay tanto sicólogo, grupo de autoayuda y demases. Lo que fue de, la reconstrucción, los avances, los que aún están casi en la misma situación después de un año.


Y así como todos hablan, yo también hablo de mi 27-F, para que no pase al olvido.
Ese viernes 26 una amiga, la Jesu, estaba enferma. ¿apendicitis?, creo. En teoría la iba a visitar esa noche. Pero esa tarde estaba con Emilio en mi casa, y llama la JC, y con esa llamada venía un drama enorme con un hombre llamado Germán. Suspendí a la Jesu, por la JC.

Pero antes, con Emilio habíamos quedado de ir a comer. Pasamos toda la tarde juntos y un sushi cerca de la Plaza Ñuñoa, parecía un viernes tranquilo.
El desarrollo de esa comida no importa mucho, lo que sí importa es que con Emilio terminamos una vez más. Como la décima, y eso que ni siquiera habíamos vuelto oficialmente de la última vez que rompimos en agosto del 2009.

A las 11 de la noche nos separamos, Emilio en su moto, fue a juntarse con los "dados" – sus brothers de la época escolar-. Iban a irse de farra a una fiesta. Yo con un nudo en la garganta, que tuve que tragarme, partí a ver a la JC. Esperé que se me deshincharan los ojos enrojecidos antes de subir. Iba a contener un drama, y no a desparramar el mío.

En el depto de la JC figurábamos las dos metidas en la cama, tomando té con la tele encendida. Y yo escuchaba y trataba de contenerla. El drama en cuestión era un hombre que salía con mi amiga, conoció a otra, dejó de salir con mi amiga, se puso a pololear con la otra, todo en un mes y medio, y mi amiga se acababa de enterar. El problema en cuestión es que esta amiga se aferra demasiado a cualquier pinche que se le aparezca proyectándose más de la cuenta. Y el problema también fue que ese tal Germán es un romanticón de cuarta, que le dice demasiadas bestialidades siúticas a las mujeres en una segunda cita. Yo no confío en hombres así, ya no creo en el amor a primera vista.

A las 3 y poco de la mañana creía tener la situación controlada, el día había sido agotador emocionalmente, y partí a mi casa.
A las 3.34 iba llegando al cruce de Tobalaba con Larraín, a pocas cuadras de mi casa. Justo el semáforo se puso en rojo y yo comencé a frenar. Estaba sola frente a un cruce que es bastante amplio, se veía enorme en la soledad de la noche.

A los pocos segundos de detenerme el poto del auto comienza a batirse fuertemente. Yo estaba en la pista de la izquierda -para virar- y un auto se pone a mi derecha cuyo conductor me miraba con ojos punzantes. Yo sentí que ese auto me había hecho un encerrón y que el poto del auto se movía porque dos asaltantes – sus cómplices- movían mi renault scenic, uno a cada lado. La paranoia me vino porque en junio del 2009 un güagüi de 18 años me asaltó violentamente a las 6 de la mañana, en una Copec que limitaba con la Granja.

No sé cuántos segundos pasaron, pero en un minuto me di cuenta de que nadie me estaba asaltando. El de al lado sólo era un hombre que miraba confundido o aterrado.

Miré hacia el frente y vi todo en pantalla gigante
olas de viento
Ráfagas de partículas se movían en diagonales desde los árboles hacia el suelo, era un baile suspendido en el aire.
Destellos de luz y manchas de colores, como si enormes pinceles pasaran frente a mí

Ríos de hojas

Todo chispeaba.

Los semáforos y señaléticas bailaban frente a mis narices, de un lado a otro como si fuera el baile de un castillo encantado.

La onda de la radio iba y venía, hasta que se fue. La palanca de cambios saltaba, y aún sin entender qué estaba pasando, apagué el motor.
Porque el auto parecía burbujear, como si fuera a estallar.

Y de pronto el farol en rojo se apagó, todo se apagó. Pero siguió moviéndose como un péndulo, y las ráfagas de viento con hojas de colores seguían frente a mí de un lado a otro. Había luna, la noche era clara, todo seguía viéndose destellante y luminoso en esta pantalla gigante.

Cuando la tierra se dejó de mover, me di cuenta de que dos autos más habían llegado al cruce. Uno había quedado sobre el Canal San Carlos, bajando por Larraín y el otro en sentido contrario.
Entonces, los 4 autos que habíamos llegado al cruce en medio de este movimiento telúrico, los 4 aún detenidos, simultáneamente, como si nos estuviéramos poniendo de acuerdo
volvimos a encender los motores
y el intermitente
Y juntos comenzamos a movernos.

Estaba a unas 8 cuadras de mi casa, toda la ciudad oscura, sólo la luna alumbrando.
Sin entender ni dimensionar lo que había pasado,
me bajé del auto, abrí la reja, y a mi derecha una franja blanquecina seguía del portón hacia mi casa.

Como si mi jardín ahora fuera playa de arenas blancas.
El muro que nos separaba del vecino se había desplomado.


Luego de esa noche estuve 3 días desconectada del mundo, sin luz ni teléfono. Sólo mi radio, que le puse unas pilas que encontré por ahí, que a ratos encendía para escuchar las noticias.

Después de ese 27-F, el drama de mi amiga se convirtió en un lío de telenovela venezolana.

Después de esa sacudida yo volví con Emilio. Volvimos, y creo que ese mes de marzo fue uno de los mejores meses que tuvimos.

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