miércoles, 21 de agosto de 2013

My new life in the US (parte 1, New York City y los fulbrighters)

LA LLEGADA

Hace exactamente un mes, el domingo 21 de julio, aterricé en NYC con mis 3 maletas. Llegué un domingo un poco antes de las 9 am.
En el avión conocí a una uruguaya que me sirvió para compartir el taxi hasta Manhattan. Intercambiamos números, haríamos planes con mi nueva amiga, iríamos a unas galerías en Williamsburg. En verdad no la vi más, cada una se ahorró 30 dólares, y listo. Es que no tendría tiempo ni interés en juntarme con ella después de llegar al "Preacademic program" de 3 semanas al que la Fulbright me había mandado.
El primer día fui full turista, me junté con mi querida prima enana, la Jesu, y paseamos juntas desde el almuerzo hasta la noche. Visitamos el Hudson River Park, nos mojamos con los rociadores, nos sentamos en el pasto junto con todos los neoyorkinos tomando sol.
Fuimos a High Line Park, un "must" como dice la gente (término que a mí me parece un poco snob, pero bueno, de prejuicio, el exceso de amor por NY también lo encuentro snob).
Me enteré de High Line Park en una revista de viajes, y me di cuenta de que no todos los neoyorkinos han ido a caminarlo. Un kilómetro y medio de parque construido sobre una antigua línea de tren elevada que va sobre el barrio de Chelsea (en el Meatpacking district).
El calor y la brisa se mezclan caminando a la altura, sobre los autos. El parque es una galería de arte abierta, donde las esculturas se mezclan con la vegetación y con los graffitis y murales de las calles que lo cruzan, como del brasilero Kobra.




Puedes sacarte los zapatos y caminar por el pasto o mojar tus pies, en una zona donde el agua escurre para ello. Puedes sentarte en una de las reposeras y mirar las luces del atardecer....

High Line es un parque que me gustaría en una ciudad como la mía, y a todos los que vayan a NY se los recomiendo.
Terminamos ese día tomando el ferry a State Island, con las luces del atardecer contemplé la famosa gran manzana y su estatua que dice que todos somos libres...
Sólo en el primer día debo reconocer que la ciudad me encantó, y cada día de las 3 semanas que estuve ahí lo disfruté y fui intensamente feliz. Aún así, creo que Roma, Madrid, y obviamente Sao Paulo, me cautivan aún más. Y habría que ver cómo me recibiría NY en invierno, estación con la que no soy muy amiga. Pero de todas maneras quiero volver a NY en verano, su húmedo calor y su continuo movimiento.





LOS FULBRIGHTERS

Pero volviendo a mis tres semanas en NY, y no se preocupen que no me voy a explayar día a día tanto como en la llegada, mis 3 semanas en NY fueron tan especiales por todos los fulbrighters que conocí. Éramos de 26 naciones diferentes.
Siempre me ha gustado conocer gente, soy de la gente que se mete a cuanta actividad puede.
Y me gusta conocer gente distinta a mí, de mundos a los que sé que sería difícil llegar por mi cuenta.
Las 3 semanas en NYC se traducen en diversidad, aprendizaje, conocimiento.

Por primera vez conocí a gente de países lejanos como Afganistán, Iraq, Swazilandia, Congo, Nepal (sólo por nombrar algunos). Y de pronto ahí estábamos todos en la misma sala de clases, con diferentes miedos, pero todos partiendo esta aventura al mismo tiempo.
Para algunos el choque cultural con EEUU es mayor, nosotros los chilenos estamos más cerca y aunque obviamente las diferencias existen, hay cosas cotidianas que hacemos igual: tomamos el mismo tipo de desayuno, usamos el mismo tipo de ropa (las mujeres en Chile mostramos las piernas), salimos por la noche con los amigos.

El primer día de clases almorcé con dos compañeros. Uno de ellos había dejado a su familia (mujer y 2 hijos) en su país por dos años. La razón, EEUU no le da visa a los ciudadanos de algunos países, ni aunque estén casados. Y pasaban las horas y me daba cuenta de que más compañeros de los países que para mí son lejanos se habían venido a estudiar haciendo un enorme sacrificio familiar. Familias completas donde Skype es un principal forma de encuentro por los próximos dos años.
No tengo palabras para expresar lo que sentí esos días, al darme cuenta de que mis miedos eran mucho más llevaderos, y que mi soledad será menos fuerte que la de ellos.

El primer fin de semana un grupo de nosotros fuimos a Coney Island, para varios era la primera vez que veían el mar. Algunos de mis compañeros echaban talla de las mujeres en bikinis, que eso era lo mejor que podía tener una playa. Con nosotros iba la pequeña Reem, que no es tan pequeña, pero durante esas tres semanas muchas cosas fueron su primera vez. Ella es de Iraq, donde las mujeres no pueden andar solas por las calles, donde caen bombas muy seguido. Es cristiana, así que no se cubre el pelo, pero igual hay muchas normas que no tienen nada que ver con los cristianos de mi tierra.
Para mí ha sido uno de los mejores días de playa en los últimos tiempos.

Con algunos también fuimos por primera vez a un bar.... ya que para algunas culturas ir a un bar es malo. Ninguno cambió su esencia, ninguno de ellos tomó alcohol, no creo que un bar los vaya a corromper.
Yo creo firmemente en Dios, y me considero católica practicante, pero en algunas normas, las distintas iglesias no deberían ser tan castrantes, también la mía, no sólo las que para mí son diferentes y desconocidas.
Aprendí tanto de culturas distintas, estoy casi una experta en Ramadán y sé mucho más de la cultura musulmana en general.

Uno del grupo de amigos que me hice en el programa es de Marruecos. Es musulman, recién casado. A Khalil le podía preguntar todas mis dudas sobre las múltiples esposas.
Hay algunas diferencias que no creo que pueda entender tan fácilmente, no me puedo imaginar compartir un marido con otra mujer, pero tener la oportunidad de tener amigos de culturas tan distintas, reírnos con las mismas cosas, cada minuto compartido, me da la esperanza de que a pesar de la intolerancia que nos ronda, podemos llegar a convivir de mejor modo, especialmente en un país tan polarizado social y económicamente como Chile.

Una de las cosas que me impresionó de mi misma, es que me gustan las pieles oscuras, desde el mate al negro negro. Porque bueno, siempre he dicho que no soy racista, pero una cosa es decirlo y otra cosa es lo que en verdad sientes. Y como hay que ser políticamente correcto, nadie en su sano juicio va a decir que es racista. Pero sinceramente era un miedo que tenía. En Chile, unos más claros, otros más oscuros, somos todos del mate al clarito.
Me pasó que al par de hombres que he encontrado más guapos y atractivos son o de color mate verde olivo o de frentón negros. De repente un día me vi contemplando un brazo oscuro como la noche, estaba maravillada por el color que es tan distinto al mío. Un brazo con una piel tersa, que cuando me di cuenta de que estaba pegada mirándolo, me dio vergüenza. Me sentí taaaaaaaaaaaaannnnnn huasa, ahora yo era la que veía el mar por primera vez.
Mi mamá siempre ha dicho que yo le voy a dar nietos mulatitos, no sé si eso llegue a pasar algún día, pero al menos sé que podría ser posible. Y definitivamente, me gustan los rostros con ojeras de los países árabes.

Lo mejor de las 3 semanas fue esto, el regalo enorme de ampliar mis limitados horizontes y conocer a todas estas personas que están empezando lo mismo que yo....





pd: aunque no tiene nada que ver con todo lo escrito arriba, en NYC tuve mi primera experiencia con famosos de Hollywood, mi cuñado Jonathan me llevó a un barcito, donde al mismo tiempo estaban Javier Bardem y Owen Wilson.

1 comentario:

Unknown dijo...

Jajaja que risa esos snobismos, demasiado ciertos...y así como vas, terminarás una NYlover.
Sigue disfrutando felpuda ;)